
El barroco flamenco está signado por la obra y la personalidad de Rubens cuya influencia se irradia desde la pintura hacia todas las esferas del gusto de la época. La sensualidad y lo aparente, la visualidad y lo representativo aparecen por doquier. Las formas se hacen decorativas, se complican, se hacen dinámicas. El arabesco se juega en un trazado que produce un profundo halago sensorial. Y allí reside el secreto del fenómeno estilístico flamenco que puede visualizarse en su totalidad 3n la mansión que el gran pintor se hizo construir, en 1610. Esa casa coloca al espectador en el corazón del barroco flamenco. Pero no es la única. La arquitectura flamenca de la época constituye una adaptación local del alto barroco italiano y directa o indirectamente, por si mismo o por medio de sus alumnos, Rubens participa en ese movimiento del gusto de su tiempo que se respira, sobre todo, en Bruselas. No hay quizá lugar dondese note mejor el aporte del barroco que en la plaza principal de la capital belga. El viajero se encuentra allí en pleno siglo XVII. Las casas de las corporaciones, cuyos frentes están decorados con una sutil fineza, ponen de relieve la esencia del barroco flamenco. Las paredes, las figuras, los ornamentos y, por sobre todo, el clima de la presencia barroca que se desprende del conjunto, transportan al espectador a otros mundos y a otras vidas que protagonizaron la historia tres siglos antes. La exuberancia estética puede observarse en los edificios de la Plaza Mayor denominados «El Saco» y «La Carretilla», tanto como la llamada «Casa del Rey de España». Claro que el experto distingue rápidamente el adorno barroco de las dos primeras y las diferencia de la austeridad que demuestra la tercera. En aquéllas todavía subsiste la influencia renacentista mientras que en ésta hay cierta semejanza con el estilo italiano. Bruselas constituye, pues, una de las grandes capitales del barroco. La evolución arquitectónica sigue manifestándose en Flandes durante el siglo XVII en una línea que tiene como antecedentes a Fioris y a Vredeman de Vries, quienes produjeron una especie de renacimiento neerlandés». Pero, como consecuencia de la Contrarreforma penetra a principios del siglo el barroco italiano, que ariaba por fundirse con el gusto imperante entonces. De aquí surge el llamado barroco belga. El nuevo estilo aparece de comienzo al servicio de la Iglesia y se aplica a la construcción de templos. Si bien abundaron las reconstrucciones, también se edificaron, otros nuevos. En todos los casos, eran edificios espaciosos, con columnas a la manera de algunos italianos y se caracterizaban por la presencia de esbeltas torres, rematadas en cúpulas. Esas torres son la verdadera característica del barroco flamenco ya que no había modelos italianos de ese estilo.